sábado, 12 de julio de 2008

Errar es humano, perdonar es canino


" He is your friend, your partner, your defender, your dog. You are his life, his love, his leader. He will

be yours, faithful and true, to the last beat of his heart.

You owe it to him to be worthy of such devotion."

Unknown

Ella se llama Electra. Es completamente negra, con dos puntos marrones encima de los ojos. Su raza es una invención propia. Lo insinúo porque cuando llegó, era del tamaño de sus antiguos compañeros, los perros de la calle. Ahora, tiene el volumen de un animal que logró robarse ocho kilos de carne de la refrigeradora y comer todo la misma noche del delito. Haciendo honor a su nombre, cada vez que vienen mis papas a visitarme, no se despega de mi padre en todo el fin de semana. Es como si supiera que fue mi papa quien la rescato, y que a él le debe esa felicidad al dormir patas arriba pegada al sofá.

Una vez, Electra se tragó una media de nylon. Era la segunda vez que lo hacia. Cuando ví la ecografía la media estaba entre el estomago y el intestino: todo tenía la forma de un acordeón. El veterinario me recomendó operarla de inmediato. El costo de la operación, al ser un animal grande, era un monto considerable. Al único que pude ubicar por teléfono fue a mi padre, quien me aconsejó sacrificarla, ya que la tendencia predecía que iba a pasar de nuevo. Insistió en que no iba a mandar dinero para la operación.

Sacrificarla era una opción racional. Nadie podría asegurar que Electra había aprendido que las medias no son alimento. Yo estaba en época de exámenes, no seria eficiente perder mi tiempo en todo el proceso post-operatorio. Mi carro estaba en el taller debido a un choque, lo cual infería futuros costos de transporte altos. Lo único que tenía era el dinero de la pensión de la universidad. Sabía que tendría que trabajar horas extras como profesora para rembolsar el dinero. Sin embargo, de ahí me pregunté: ¿Por qué el camino mas fácil? , ¿Por qué abandonar todo y dejarla? Y por último, ¿Por qué no confiar? Ella había cometido un error muy grande, y lo había cometido de nuevo. Concluí, entonces, que como todos los que cometemos errores, merecemos una segunda oportunidad.

La operación fue todo un éxito. Me quede todo un día leyendo mis lecturas con una mano, y con la otra sosteniendo su pata para que la aguja del suero no se salga. En la noche, no podía quedarme con ella porque había prometido ir a discutir las lecturas. Deje en la guardia a la chica que me ayuda en mi casa. Ella me contó que vinieron unas practicantes de veterinaria y acercaron la lámpara infrarroja, que sirve para calentar a los perros que salen de una operación. Ella no se inmuto porque pensó que eran personas que conocían. Al tercer día, ya en casa, Electra presentó una quemadura de tercer grado del tamaño de la mitad de su lomo. Cuando llamé a la veterinaria se lavaron las manos: como la chica había estado presente, ella tenía conocimiento de lo que estaba pasando delante suyo.

Pasaron unos días, y la situación era insoportable. La perra lloraba todos los días. Yo deje de ir a clases para cuidarla. Hasta que un día, me arme de valor y fui a la veterinaria. Les conté toda la situación, les exigí atención al caso y una operación porque el sufrimiento era demasiado. El doctor se apiadó y propuso cortar esa piel y cerrarla aprovechando que los perros tienen piel demás. Solo pagué la anestesia. Si me hubiera quedado con los brazos cruzados esperando que venga una persona mayor o alguien a que me auxilie, de repente Electra no estaría viva ahora. Como me dijo un profesor de la universidad: Que tú no conozcas las otras alternativas para resolver un problema o tomar una decisión, no significan que no existan. Es por eso que no me arrepiento de la locura de gastar toda la pensión. Ahora sospecho que al sacrificarla, jamás hubiera tenido la oportunidad de conocer la fortaleza que tengo para superar situaciones muy adversas sin ayuda, por los sucesos que sobrevinieron.

Creo que no podría vivir sola, sin Electra. Hace unas semanas me quedé encerrada en mi patio y tuve que trepar por la azotea. Después de mil peripecias, llegué a entrar y lo primero que me recibió fue ella, que había subido por la escalera. Fue en ese momento y en cada noche que llego a mi casa cuando confirmo que mi decisión fue la acertada.

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